domingo, 19 de septiembre de 2010

Mi nuevo hogar


El jueves me levanté temprano y fui a montar bicicleta. Me iba a acompañar Marguerite pero no pudo porque tenía que mover su auto. Lo que sucede es que los edificios de Nueva York, sobre todo los más antiguos, entre los que se encuentran aquellos frente al Central Park, no tienen estacionamiento, porque se hicieron alrededor de 1920 y por tanto, en esa época no se consideró necesario. Así que conseguir dónde aparcar es un problema, no sólo para quienes pasan por ahí, sino para quienes viven por ahí. Me fui yo sola por tanto. Volví, me bañé, desayuné y me fui a la universidad. Pasé por el banco y de ahí fui a la biblioteca a mi curso sobre cómo conseguir material para el aprendizaje de idiomas, muy interesante, nos enseñaron a ubicar diccionarios, enciclopedias, textos de gramática sobre idiomas que no fueran el inglés. Luego pasé a saludar a Odi y le entregué los libros que le mandaron de Arequipa. De ahí almorcé en la biblioteca mis pimientos que me había llevado, encontré ahí a Chacko, un chico hindú que conocí en la fiesta de graduados la semana anterior. Así que almorzamos juntos, comprendiéndonos a medias, al menos yo creo que todavía no me logro expresar suficientemente bien en inglés, sobre todo cuando surgen temas políticos, culturales o ideológicos como mi feminismo (se asustó pero creo que luego superó que yo fuera feminista). Luego pasé a ver a Mariela que me pasó varios tips sobre las compras que necesito hacer antes del invierno, que esperemos tarde mucho en llegar. Estuve otro rato en la biblioteca, con ganas de tomar un cafecito pero nadie me respondía el celular. Al salir para la reunión de orientación de la maestría había caído una lluvia fuerte que yo ni sentí, felizmente. La reunión estuvo bien, estaban los de primer y segundo año, todos se presentaron. Vimos algunas cosas generales, entre ellas que hay una revista virtual que hacen los alumnos de la maestría que yo no conocía, eso fue interesante. Al acabar salimos volando a la recepción de la biblioteca, todavía había comida y vino. Estuvimos ahí y empezamos a ver cómo lo que sobraba lo tiraban a la basura, ¡a la basura! Así que como yo tenía mis tapers nos llevamos algunas cosas, pero pues ya sé que la próxima hay que ir con taper en mano. Las mismas personas de ahí nos dijeron que nos llevemos lo que quisiéramos, yo traje un poco de humus, pero luego me arrepentí de no traer aceitunitas y tomatitos. Pero así uno aprende.

El viernes después de correr por el central park, la ruta chiquita, me fui temprano al centro de salud, ahora sí me pusieron la vacuna. No pude mandar mi postal porque el local que encontré era para libros y no tenían estampillas, ¡plop! Regresé a casa, cociné coliflor saltada, almorcé y me fui al centro de salud de NYU para dejar mi constancia de la vacuna. Ya con eso no les debe nada más, a ese respecto. Habían varias personas vendiendo libros en la calle así que eché un ojo, encontré cosas interesantes, así como souvenirs, pero no compré nada (me contuve). De ahí fui a mi check-in obligatorio, me enteré de la normativa de ser estudiante internacional y sobre todo el proceso para viajar, lo cual es muy importante. Regresé a casa a trabajar en la compu y hacer las compras de la semana. Me enteré entonces de que había un festival de cine latinoamericano aquí, del que yo no sabía nada de nada, pero ese día pasaban una película de cuatro horas, así que me desanimé porque Elvira no iría. Pero me llamó Melina para invitarme a ir al día siguiente.

El sábado me levanté y fui a dar una vuelta al central park, se me ocurrió correr la ruta grande y terminé muerta. Pero aproveché para tomas algunas fotos que ya subí al facebook y que seguiré alimentado. De ahí desayuné y salí para el Lincoln Center. Es un lugar maravilloso donde funciona la escuela de música Julliard, la ópera, el ballet, el cine y muchas otras cosas más (en la foto). Pero a mí lo que me maravilló fue el cine, con ciclos buenísimos que me quedan sólo a ¡cinco cuadras! Así que inmediatamente lo adopté como segundo hogar. Melina llegó tarde así que no pudimos conversar mucho pero los cortos argentinos estuvieron buenísimos, era de extrañar una actitud inucitadamente crítica de los argentinos respecto de su "argentinismo". El encuentro con Melina que es mi amiga del cole también estuvo muy bien, vivimos cerca, tenemos intereses comunes y pues si bien no éramos muy cercanas en el cole, ya con el tiempo uno valora mucho más a las personas con las que ha crecido y creo que aprende a crear lazos más durareros. Eso espero ocurra en este caso. Me fui a almorzar a casa, me hice un rico salmón ahumado delicioso. Volví a la función de las 5pm a ver una película mexicana llamada El calambre. Es de la misma onda que Los muertos de Lisandro Alonso, pero en este caso ocurría en Oaxaca, en Chahuaca, un lugar bellísimo. Me regresé a casa a trabajar un poquito y comer algo y volví a la noche para encontrarme con Mariela y ver la última función. Es que Melina me dejó su pase gratuito (y doble) para el resto del festival y ese era el último día y tenía que aprovecharlo. Le había pasado la voz a Elvira, a Ximena y a Juan Manuel para la función de la tarde pero no pudieron y por eso fui solita no más. La película 108 Cuchillo de palo, paraguaya, fue excelente, me parece que es mejor calificada como documental pero realmente me gustó muchísimo (ya la comentaré aparte en una columna). Al acabar nos fuimos con Mariela a tomar una cervecita y conversar y de ahí llegué a casa agotada y me metí a la cama, pero feliz por la sobredosis de cine y por haber encontrado ese lugar maravilloso. En el cine yo siempre me siento como en casa. Sin embargo, a ver si me hago socia o algo porque las entradas cuestan US$ 9.00 para estudiantes, ¡plop! Habían sido demasiadas emociones para un día, tenía ganas de hacer pausa para poder procesar todo lo visto y vivido, pero pues eso no es posible, sin embargo lo que sí hice fue descansar.

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