sábado, 3 de octubre de 2009

Quito


Salí el lunes en la noche, hice check-in, así que casi no hice cola y pasé muy rápido a sala de espera. Como volaba en Taca me sentía segura, me gusta que el piloto te habla y te dice la ruta y te indica de cualquier problema en el trayecto, eso me hace sentir tranquila. Me dormí un poco y empecé a escribir el libro La insensata geometría del amor de Susana Guzner que compré en Buenos Aires a recomendación de Fabiana. Me atrapó desde el inicio. Al llegar a Quito había vientos demasiado fuerte y no se podía aterrizar, el avión tuvo que sobrevolar esperando que mejorara el clima, sino amenazaron con que teníamos que aterrizar en Guayaquil y de ahí volar nuevamente a Guayaquil, yo crucé mis deditos y felizmente surtió efecto, a la media hora aterrizamos sin problemas. Me recogieron del Hotel Quito donde me hospedaba con mi mamá. Al amanecer hacía un sol muy bonito y desde nuestra habitación se veía el valle. Mi mamá se fue temprano al evento en el que participaría y yo llamé a Cléverth. Cléverth es un amigo boliviano que conocí cuando fue a JALLA-E en Bolivia, fue muy atento y cordial, nos invitó a almorzar a su casa, se portó muy bien y nos hicimos amigos. De hecho pasamos una noche memorable de marcha en La Paz, en el famoso Waykis, con las amigas y los amigos, es una de las mejores borracheras de mi vida. Pasó por mí temprano y me acompañó a la Av. Río Amazonas para comprar los pasajes para Galápagos, pero me pedían fotocopia de pasaporte que no tenía, así que regresamos al hotel y volvimos a ir, pero él se quedó en el camino porque tenía una reunión de trabajo. Yo me ubiqué muy rápido y llegué sin problemas, paseé un ratito por ahí, es una calle con adobes que tiene muchas tienditas. Regresé a almorzar a mi mamá al evento donde ella estaba. Descansé un rato y en la tarde fuimos con Cléverth a pasear por el centro de noche, estuvo muy bonito, fuimos a una callecita que se llama La ronda, pero que es tipo caminito pero sin tanto colorido, muy estrecha y simpática donde hay muchos cafecitos y bares; antes era una calle de prostitución y delincuencia donde ni la policía podía entrar, pero ya la han recuperado y ha quedado muy bien. Comimos unas empanaditas y un canelazo que es un licor de fruta bastante fuerte. Al día siguiente estuve toda la mañana subiendo información a internet de un proyecto que teníamos que presentar para Runa, felizmente lo acabé y me sentí bien. Fui otra vez a almorzar con mi mamá en su evento. En la tarde fuimos con Cléverth y dos amigos suyos, Claudia (México) y Jader (Colombia) a la Capilla del hombre y la Fundación Guayasamín, donde están las obras y la colección prehispánica del pintor. Me encantó el lugar, he visto antes reproducciones, de hecho mi mamá tiene algunas en casa, pero su fuerza, su manera de pensar, su lucha política es muy inspiradora. Me impresionaron sus primeras pinturas que las hizo en sacos de yute porque no tenía dinero para los lienzos. Jader se sintió mal y se fue, así que los tres que quedamos nos fuimos a la editorial Abya-Yala y luego a un Cafélibro, donde habían clases de tango. Estuvimos conversando muy a gusto, resultó que Claudia conocía a Rosana y a otras personas de la maestría de estudios culturales de la Unam que yo también conozco, el mundo es un pañuelo. Después de que dejamos a Claudia, pasé a la residencia de estudiante de Cléverth. Parece un hotel de lujo, está todo nuevo, todo muy lindo, limpio y ordenado. Hasta tienen un sitio de juegos, así que jugamos un partido de ping-pong (no jugaba desde que era niña). El partido estuvo reñido, me ganaba dos sets a uno pero luego remonté, el último set lo disputamos punto a punto, pero perdí por poquito pues tiendo a lanzar la pelota con mucha fuerza, estuvo muy divertido y la verdad fue el fin de un día muy agradable. Al día siguiente era mi presentación en el congreso, fui tempranito, la primera mesa que oí estuvo interesante, la mía también, me gustaron todas las ponencias y el salón estuvo lleno. Pero ya en el almuerzo me sentí un poco incómoda porque todas y todos pertenecían a la academia norteamericana pero al mismo tiempo eran latinas y latinos. Se sorprendieron un poco de que yo no estaba en ninguna universidad gringa y que viniera con mis propios fondos, pues todos y todas van pagados. Y si bien se discutía mucho sobre literatura faltaba un corte más político, sentía que se miraban el ombligo y no veían más allá, no había un correlato con la realidad, eso me sacó de onda y me sentí muy ingenua pensando que sería un espacio de mayor compartir. Después de almuerzo me fui al hotel pero regresé a la mesa de las escritoras ecuatorianas, ahí estaba Alicia Yanez, una narradora y María Luz una poeta. Su discurso era un poco contradictorio porque apesar de todos los obstáculos que han tenido que sortear para escribir, volvían a la misma política de que el arte es una sola, de que el feminismo va en contra de la esencia de la mujer (la maternidad) y eso me puso de mal humor. ¡Hasta ahí tenía que seguir escuchando la misma cantaleta! En fin, ya luego que se me pasó igual me pareció bueno haber conocido a estas escritoras y creo que fue una experiencia productiva, aunque siguieron mis dilemas existenciales sobre mi profesión, sobre mis miras a Estados Unidos, sobre el género, el feminismo, en fin, sobre la vida. El viernes salí con mi mamá a pasear por el centro, ahora de día, entramos a todas las iglesias que nos topamos (pedí muchos deseos, ojalá se cumplan). No tomé muchas fotos porque la batería estaba acabándose pero además en la mayoría de lugares estaba prohibido, pero la imagen es de la plaza de armas, que aquí llaman Plaza Grande. Almorzamos con Cléverth en San Agustín, que es un café que tiene más de cien años, muy simpático. En la tarde llovió por primera vez un poco, según el canal del tiempo nos iba a tocar lluvia todos los días pero felizmente no fue así. Fuimos a un lugar de artesanías pero casi no compré nada. Tengo que decir tres cosas de Quito. Primero que como está todo en dólares es muy caro. La segunda que es difícil cruzar las calles porque hay pocos semáforos y la tercera que en vez de decir sándwich dicen sanduche. En la noche fuimos un momento al Techo del mundo que es el restaurante del hotel. El sábado mi mamá se sintió mal de su ojo y tuvimos que hacer un periplo por las clínicas, que son poco eficientes, finalmente en un consultorio la atendieron y le sacaron una cosita que se le había quedado en el ojo y le mandaron unas gotas. De ahí fuimos al teleférico, la vista es muy bonita, nos cobraron como ecuatorianas, parece que pasamos piola. Almorzamos en La choza, un restaurante de comida típica ecuatoriana, yo comí Llapingachos montados que es una suerte de pastel de papa con huevo y ensalada, estuvo bien pero tampoco es la gran cosa. En la tarde fuimos a la Libri mundi, donde encontré algunos libros para mi investigación sobre poesía. De ahí tomamos café en Este Café con una amiga de mi mamá. Volvimos al hotel y esperé a Cléverth para despedirnos. Fuimos a un barecito árabe muy simpático, que queda en una zona muy concurrida, La foch, pero este lugar no era tan ruidoso. Regresé para empacar cosas pues al día siguiente salimos de madrugada para las Islas Galápagos.

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