miércoles, 21 de octubre de 2009

¡Sí a la vida de las mujeres!


Ayer, martes 20 de octubre, se hizo un plantón a las 11:00 am frente al Congreso para apoyar la votación que realizaría a medio día la Comisión revisora del Código Penal, la cual ha propuesto ampliar la despenalización del aborto (que actualmente sólo contempla el aborto terapéutico, que no se cumple por falta de un protocolo adecuado) a los casos de violación y malformación congénita incompatible con la vida (eugenésico). El Ministerio de Justicia había pedido una reconsideración de esta ampliación y se quería anular cualquier interrupción legal del embarazo, pero la Comisión revisora se ratificó en su decisión.

Estuvimos temprano en una de las esquinas de la Av. Abancay, en la otra estaba la contra marcha, los grupos anti-choice con carteles gigantes de bebés (porque no eran fetos) ensangrentados y mutilados, con láminas del desarrollo del feto alteradas para sus fines, en una manipulación visual de poca monta. El hecho no es la discusión del origen de la vida humana (si es en la concepción, en la implantación o en la x semana de la gestación) sino de un problema de salud pública gravísimo, que arroja más de mil abortos clandestinos diarios en nuestro país por los que también miles de mujeres mueren día a día, muertes que pudieron haber sido evitadas.

Tampoco estamos ahora discutiendo por una amplia despenalización del aborto en el que las mujeres, con su conciencia y en relación a sus posibilidades, deciden sobre su cuerpo, sino en dos casos dramáticos: aborto por violación y aborto por malformaciones genéticas incompatibles con la vida, es decir, fetos que de completar su gestación no podrán tener una vida plena, ni gozar de las mínimas condiciones de salud para su subsistencia, como por ejemplo los fetos anancefálicos.

Por tanto, las razones que contradicen el sentido común están fuertemente respaldadas por una concepción de la religión absolutista, dogmática y machista, en la cual el sufrimiento debe ser la principal tarea de la mujer (porque es la mujer quien enfrentará tanto la maternidad por violación como el cuidado de un bebé que está condenado a no vivir), cuando en respeto de la vida de las mujeres, de su salud física y mental, así como de su derecho a una vida plena, se debería permitírles abortar de forma segura en los casos aquí descritos. La violación es ya un hecho durísimo para las mujeres, validado en la casi nula sanción y por tanto en la permisividad social al desenfreno masculina y reafirmado en la aceptación de un producto consecuencia de la violencia. Es sabido y está demostrado en diferentes estudios, que cuando una mujer asume una maternidad no deseada, los conflictos afectivos con el hijo o hija, la falta de cariño y muchas otras consecuencias son imposibles de ser remontados y alimentan la delincuencia pero sobre todo la infelicidad (tanto de los hijos como de la madre). Es sabido además que las violaciones son principalmente perpetradas a menores de edad y mujeres por familiares (padres, tíos, esposos) y que por tanto, agravado por su corta edad, muchas veces las mujeres no están preparadas para cumplir con una maternidad saludable y al mismo tiempo restinguirán sus posibilidades de desarrollo personal en la educación y en el trabajo. De ahí que la obligación de continuar con un embarazo es un hecho que ahonda la desigualdad social y económica de las mujeres (ya antes subyugadas por diferencias de edad y de poder, especialmente en los casos de violación de familiares).

Es sabido también que llevar a término un embarazo que no tiene posibilidades de ser exitoso, causa un grave daño psicológico para las mujeres, como fue el caso de Karen Llantoy en nuestro país, una adolescente que no pudo acceder a un aborto seguro. Es sabido también que estos casos no son aislados, ni extraños, que son parte del día a día de muchas mujeres en nuestro país.

¡Sí a la vida de las mujeres!, ¡Aborto seguro para no morir! es lo que gritamos y demandamos, porque estamos a favor de la vida, de la vida de las mujeres, de la procreación de la vida en razón de la voluntad y el afecto, de la vida plena y con posibilidad de realización y felicidad. Muchas de las que estuvimos ahí presentes no peleamos por nosotras mismas porque podemos pagar un médico que nos haga un aborto seguro, si lo requerimos, sino por las miles de mujeres que no tienen esa posibilidad y mueren por agujas, inyecciones, venenos, ganchos de colgar ropa que las perforan, que las desangran, que les causan infecciones letales. Por esas mujeres que mueren por ser mujeres y pobres, por aquellas también más propensas a padecer casos de violación en sus propios hogares, por ellas y todas nosotras es que decimos ¡sí a la vida de las mujeres! Y el grupo opositor, se quedó callado cuando se coreó ¡las ricas abortan, las pobres mueren! Porque esta es una lucha profundamente afectada por las diferencias de clase y de procedencia. No estamos en favor del aborto, sino de la viabilidad de una opción en casos extremos como la violación o un feto que no vivirá, en el contexto en que la planificación familiar es todavía una utopía para muchas mujeres, que el acceso a métodos anticonceptivos es escaso y deficiente. ¡Anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir!

La Iglesia absurdamente quiere solucionar el problema albergando a todos los bebés que nazcan producto de una violación y/o con malformaciones incompatibles con la vida. En primer lugar ¿cómo haría para contactarse con todas aquellas mujeres que están en esa situación?, ¿podría darse abasto?, ¿qué calidad de vida recibirán esos bebés? Sabemos que crecerán con carencias afectivas muy grandes y que ello les deparará infelicidad; sabemos también que en manos de la Iglesia se cometen muchas violaciones y que ni el celibato ni el amor a Dios lo ha impedido antes, mucho menos lo impedirá ahora si los dejamos en sus manos. La Iglesia por tanto, una vez más, se distancia de la realidad y no es capaz de abrir los ojos ante el padecimiento de las mujeres y tener una posición acorde a ello. Recordemos no más el caso de una menor de edad, de nueve años, violada, a la que se le obligó a continuar con su embarazo. La entonces ministra, Cuculiza la apoyó, la Iglesia, todo el mundo salió a darle su respaldo, ¿dónde está esa niña y su hija ahora? Nadie lo sabe porque a nadie le importa, porque es ella sola la que debe afrontar una maternidad impuesta e indignante, cuando la respuesta racional y humana habría sido permitirle un aborto seguro porque ella ni quería ser madre, ni estaba en condiciones de serlo.

Me emocioné mucho cuando la comisión se ratificó en su ampliación de las causales para el aborto legal, porque este país tan tristemente atrasado en educación, parecía que no podría concebir un derecho autónomo de la mujer y la posibilidad de su vida plena. Sin embargo, la lucha no queda aquí, falta todavía que se discuta el tema en el congreso y falta que se cree un protocolo para que la norma sea viable. Así que en esa lucha continuamos, por la vida de las mujeres.
Mi opinión personal es que el aborto debería estar despenalizado (sin causal y sin restricción), de que ninguna mujer debe asumir una maternidad impuesta y de que es una decisión personal, de cada quien y cada cual, continuar o no un embarazo; el Estado debería garantizar el libre acceso a una interrupción legal del embarazo. "Las mujeres deciden, la sociedad respeta, el Estado garantiza, la Iglesia no se mete". Yo estoy por la decisión autónoma de la mujer para decidir, porque creo que la mujer es capaz de decidir por sí misma, porque considero que es un derecho humano. Pero creo que nuestro país no está preparado para darle una agencia plena a la mujer, que esa será todavía una lucha de más largo aliento, mientras tanto vamos con una batalla ganada, a la guerra contra la ideología machista.

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