sábado, 20 de febrero de 2010

Música: inspiración y obsesión


Mi relación con la música es extraña. A pesar de que he estudiado varios instrumentos (piano, flauta, guitarra) yo escucho poca música, mi relación es completamente pasiva, la música me llega, yo no la busco. Esto sea quizá porque no puedo trabajar, escribir o leer con música, que es lo que casi siempre estoy haciendo. Así que cuando me involucro con canciones, autores, cantantes es porque alguien me los presenta, los trae hacia mí, me regala un disco y últimamente porque voy a un concierto, que es la forma más intensa de acercarse a la música. A veces el contacto es directo y fulminante, a veces toma su tiempo, recuerdo luego una frase, una palabra, un ritmo y entonces me voy aproximando hasta que involucro ese aprendizaje como parte de mi vida. Al principio parece que no le doy importancia, que hasta desprecio ese compatir de la música que alguien me trae, pero no es eso, es que me toma tiempo, es que voy poco a poco, es que reacciono con efecto retardado a ciertos estímulos. Y por eso, porque mi relación es esencialmente pasiva es que cuando me preguntan qué tipo de música escucho respondo que "de todo un poco", lo cual es muy mal visto entre los entendidos de la música, como me han dicho, entre otras personas mi niño Antonio. De este modo han llegado muchas canciones y muchos autores, Bebe por Tabata, Cerati por Rubén, Buika por Montse (por sólo mencionar algunos más o menos recientes), así como los hits del momento por las distintas combis en las que me subo. La música además, aparte de su sentido de diversión, para el baile, puede generar dos cosas: inspiración u obsesión. Cuando me inspira hasta dejo de escucharla y me transporta a la página en blanco, me provoca palabras, sensaciones, aluviones de ideas, muchas de las cuales se han hecho realidad. No en vano mi primer libro venía con su repertorio musical en CD, (quizá cada libro se escriba así, con un sound track de inspiración). Pero a veces me genera una obsesión persistente, como si hubieran tocado un punto sensible y escucho y escucho obsesivamente una letra, la persigo.

Estas dos cosas me han ocurrido hoy, la obsesiva con la canción de Líbido, la inspiración con el concierto que dio Daniel F en la Feria del Libro itinerante que está en estos días en San Miguel. De Daniel F me gustó una canción que dijo no estar en ninguno de sus discos pero que trata de dos personas que se gustan, que se atraen pero que nunca dan el primer paso, que no se mandan. La letra fluye, es como un largo poema sin estribillo, es como una historia que se asoma. Por cierto que lo mejor fue cuando un niño gritó a voz en cuello Al cole yo no voy más, pidiendo uno de sus temas favoritos (otras que tocó fueron: El oso, En la travesía de tu ausencia, Distancias, El hombre que no podía dejar de masturbarse y algunos títulos que no recuerdo). La obsesiva es Malvada de Líbido y no es que este grupo me gusta, ¡para nada!, pero me ha dejado una sensación, un sentimiento que no me abandona, ese acelere de la letra, de la bateria, la voz casi en grito.

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