viernes, 21 de mayo de 2010

La soledad de los números primos


Me habían dicho que esta novela de Paolo Giordano era sublime, que revolucionaba toda la literatura existente y por venir, que su propuesta era hiper imaginativa y su prosa inmejorable. Me lo dijeron muchas personas aunque ahora no puedo determinar con exactitud quién, pero era un rumor, un clamor, un imperativo leerla pues parecía que sino uno estaba fuera de los nuevos caminos del arte contemporáneo. Así que la leí.

Primero se hizo sentir la primera voz disidente "es una novela Sanborns", lo cual equivale a decir una novela fácil, comercial, en la medida que Sanborns lo es, una cadena de restaurantes y tiendas que domina todo el territorio mexicano (para mayor dato su dueño es Carlos Slim, el hombre más rico del mundo).

Si bien me pareció una novela bien escrita, la historia de unos marginados sociales (porque en términos de clase y procedencia no se ubicarían en los extramuros) no me pareció tan novedosa como me la habían pintado, claro que tiene sus particularidades, sus apuestas personales, especialmente aquella relativa a la teoría de los números primos desde la cual se establece una relación subyacente con los personajes. Pero el inicio se me pareció un poco a 56 días en la vida de un frik y a varias películas norteamericanas de niños y jóvenes que no encajan en los parámetros sociales, una mezcla de Welcome to the Dollhouse y Happiness, ambas de Todd Solondz. Quizá soy muy estricta, pero esperaba mucho más de este libro que sin embargo te atrapa en la historia y no te suelta hasta que terminas (un final algo decepcionante, pero quizá no había otra forma de acabar).

Se presenta también una crueldad extrema en la socialización femenina, con esos típicos personajes femeninos autoritarios y enfermizos que parecen imponerse por su sola belleza y convicción. Un detalle que por cierto no favorece la originalidad, sino que por el contrario se muestra bastante trillado.

Lo que más me gustó fue el caso de Mattia, toda la carga psicológica que trae consigo y la necesidad de entender que el amor no es puro y está lleno de contradicciones, de odios, de dolores y de imperfecciones, llevadas en este caso a los extremos. Algunas frases me parecen muy buenas pero creo que lo que para mí revolucionaría la literatura tendría que ser algo mucho más intenso, mucha más novedoso, crítico y reflexivo, subyugante, más debastador que esta historia triste, pero en la misma medida que son tristes tantas otras historias.

En la imagen la zeta de Riemann.

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