viernes, 3 de junio de 2011

La peor pesadilla de una feminista peruana


Me han dicho que no entienden por qué no voto por Keiko si soy feminista. Creo que hay que tener claro que ser feminista es defender una ideología que puede ser respaldada por hombres o por mujeres o por cualquier otro ciudadano o ciudadana que busque una sociedad sin jerarquías de género, una sociedad en la que ser mujer no sea ser menos o tener menos oportunidades o ser marginada y violentada, cosificada o divinizada. Yo lucho por relaciones equitativas y libres entre hombres y mujeres. No todas las mujeres lucha por lo mismo, ni lo representan, algunas, como Keiko Fujimori representan lo contrario el machismo y el patriarcado.

Teniendo en nuestra historia mujeres de la talla de Micaela Bastidas, Magda Portal y María Elena Moyano, mujeres independientes, luchadoras, honestas, combativas; Keiko representa no un proyecto propio sino la continuación del autoritarismo, la corrupción y el cinismo que ejerció su padre cuando ostentó el mismo cargo que ahora ella anhela. Ella continúa el legado patriarcal y ha dicho que el Golpe de Estado del 5 de abril fue necesario y que se arrepiente de las masacres de la Cantuta y Barrios Altos, pero que también fueron necesarias. Es decir, las reconoce a medias pues sigue justificando las muertes de inocentes y la impunidad de quienes las cometieron, así como no descarta la utilización del poder militar en casos extremos (a su favor).

Keiko, acostumbrada a la política del clientelismo instaurada por su padre en todas las esferas de gobierno, hará de la población víctimas y peleles y no ciudadanos capaces de exigir derechos, de demandar transparencia, de limitar el poder desmedido que ha corroído nuestra nación en los once años que duró la mafia fujimontesinista. Keiko cambiará la ciudadanía por una bolsa de alimentos y la dignidad por algunos dólares al mes, para que el país se haga de la vista gorda de sus leyes transnochadas, de la maleta presidencial, de la manipulación de los medios y de la hipocrecía con la cual siempre atiende a la rendición de cuentas. Recordemos que son más de 6 mil millones los que han sido robados del tesoro público, dinero que se obtuvo de las ventas de las empresas del estado en la década fujimorista y de los cuales la procuraduría anticorrupción ha recuperado apenas 184 millones. El domingo 22 de mayo, se denunció en La República, que los casos seguidos en contra de magistrados y testaferros del entorno fujimontesinista se cayeron por movidas dudosas que esperan los resultados del 5 de junio para reaundarse, con la ilusión de quedar absueltos en el caso de un triunfo del régimen mafioso encabezado por Keiko Fujimori (y todavía no ha llegado al poder).

Keiko, como bien señaló Silvia Romero en su artículo , no es capaz de solidarizarse con las otras mujeres que pueblan este país, si no fue capaz de solidarizarse con su propia madre, torturada y destituída del cargo de primera dama de manera humillante por denunciar la corrupción y oponerse a ella; es mucho menos capaz de ponese en la piel de las trescientas mil mujeres que fueron esterilizadas forzosamente, o de las cuatroscientas mil mujeres que mueren al año por abortos clandestinos en procedimientos que no atentarían con su salud si fueran llevados a cabo en condiciones óptimas, como lo hacen las mujeres de recursos en clínicas y médicos privados sin muerte, ni humillación. Tampoco se solidariza con las mujeres que fueron violadas, torturadas y asesinadas por las fuerzas paramilitares creadas para amedentrar a la población en aras de combatir el terrorismo porque son los perpetradores de esos excesos quienes la circundan.

Keiko habla de honestidad y respeto de la ley cuando ha manifestado en varias oportunidades que liberará a su padre de la cárcel, aún cuando este cumple condena por crímenes gravísimos por los cuales fue extraditado desde Chile. Recordemos que el ex presidente Alberto Fujimori ha sido condenado a veinticinco años de prisión por crímenes de lesa humanidad. El único fin político que parece perseguir Keiko Fujimori es la liberación de su padre y la continuidad de la dictadura que ya se ejerció por 11 años y que casi destruye al país.

Keiko además insulta la inteligencia de todos los peruanos y peruanas cuando su partido pretende justficar más de millón y medio de ingresos para su campaña en rifas que nadie ganó. Sabemos perfectamente que ese dinero viene de las propias arcas del estado, de la misma fuente con que Fujimor pagó los estudios de sus hijos en Estados Unidos. Esta práctica cínica no es desconocida para el fujimorismo que ya había acuñado el autosecuestro y la autotortura como explicaciones válidas que deben satisfacer a la población ante acusaciones con las que no pueden evitar mancharse (podemos también esperar el autoindulto y el autogolpe).

Keiko Fujimori también contradice la lógica cuando afirma lo que sus actos niegan. Su padre preso atendiendo la campaña de su hija, en una cárcel que más que un encierro parece un centro de campaña. Y todo esto financiado por lo que robó a pensionistas y militares, por el tráfico de influencias y por la droga que también sacó en el avión presidencial.

Es interesante señalar que en esta campaña no han salido a relucir los típicos prejuicios en contra de las mujeres, ni se ha puesto en duda su capacidad intelectual, aunque Keiko Fujimori ha querido servirse de su rol de madre, no se ha dado la contradicción que siempre persigue a la mujer entre lo público y lo privado, algo que se debería analizar con detenimiento. Más bien ha surgido una suerte de prejuicio positivo de que una mujer es menos peligrosa y menos dictatorial que un hombre, cuando se sabe ya que el rol femenino (o no) se adquiere culturalmente en el seno familiar. Ya sabemos en el seno de quién se crió Keiko, no precisamente el de su madre a quien ha negado por varios años, sino en el del padre, dictador, asesino, ladrón; ella ha vivido en el Servicio de Inteligencia Nacional donde se compraba, se torturaba, se mataba.

Keiko no acoge ningún proyecto feminista, ni de cambio, ni de progreso para el país, sino de retroceso político, económico y moral hacia el pasado más corrupto. Por esto yo como feminista no puedo votar por Keiko Fujimori y las mujeres luchadoras de este país tampoco, las que ganan día a día el pan para sus hijos y no lo heredan de la mafia, tampoco, las madres que tienen voz propia y no son simple eco de las ideas de sus maridos o padres, tampoco.

Hemos visto una Keiko que en el debate presidencial ha dicho descaradamente que su equipo de gobierno es intachable cuando casi todos tienen temas pedientes con la justicia, empezando por ella misma. A ese cinismo, a esa hipocrecía sólo podemos responder de una forma, con el voto honesto por Gana Perú.

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