jueves, 12 de noviembre de 2009

Casa de la literatura


Con la intención nada santa de meterse algunos puntos más en las encuestas y si es posible también votos en el bolsillo, Alan García ha inagurado la Casa de la literatura en lo que era la estación de tren desamparados en el centro de Lima. El proyecto no es malo, si no se notara tanto el tufillo politiquero. Pero de todos modos, cualquier inversión en cultura en este país es bien recibida. El local es precioso (una muestra aquí en la foto). Y puedes hacer un somero recorrido por las figuras más ilustres de la literatura peruana. Aunque, la verdad creo que debieron darle más protagonismo a Vallejo, que es sin duda una de las figuras emblemáticas de nuestras letras, el que debería ser nuestra primera carta de presentación cultural en el extranjero (junto a la comida claro está que ya tomó ventaja) para despachar nefastas referencias como Laura Bozzo. Creo que una campaña para recuperar la imagen del Perú como referencia cultural universal debería proponerse borrar de la memoria del público los gritos de Laura y a ver si es posible que reciten los poemas de Vallejo. Como sea es un proyecto que invita a que la gente reconozca a sus figuras más destacadas, a que se aproxime a los libros, a que recupere la memoria histórica, a conocer un poco más de los personajes que pueblan nuestras letras. Es cierto también que hay intereses políticos creados y que se nota en las elecciones y omisiones: ¿Mirko Lauer y Ricardo Silva Santisteban como parte de nuestros poetas más ilustres? Me parece que tendrían un lugar mejor ganado en la crítica literaria. También tengo una sensación dudosa respecto de José Antonio Bravo para la narrativa, entre tantos otros nombres que van haciendo méritos. Así que al parecer el canon literario nacional ahora ha quedado relegado por la lucha por ingresar a la casa de la literatura, hogar de sus preferencias. A su vez, ésta es la casa de lo políticamente correcto, lo feo se oculta bajo el tapete. Por ejemplo, encontramos ahí a Magda Portal, pero se omiten referencias a su novela La trampa o su renuncia al APRA, paralelamente, se coloca un poema suyo de oda al partido. También está Clorinda Matto pero se menciona sutilmente que fue duramente criticada, pero no se menciona la destrucción de su imprenta ni su exilio por la presión de la Iglesia. Pero lo más grave es que faltan libros, los estantes necesitan reemplazar los libros de colegio obligatorios producidos por el ministerio de educación, por libros reales, originales, fuentes de primera mano para que la oda a la literatura no sea sólo de perogrullo, sino que implique el único y concreto modo de hacer lectores, ¡con los libros en mano! De todos modos, les falta un poco de márketing, para los varios turistas que pasan delante pero no se detienen serían fabulosos souvenirs como tazas con la imagen de Vallejo, marcadores, polos con poemas de Eielson, postales, mandiles, bolsos, libretas de apuntes, lapiceros, imanes, calendarios, metros de poemas a lo Oquendo de Amat. Es un paso, pero la literatura no se queda en casa, la literatura también puede salir, juguetear, reinventarse, transgredirse, llevarse con uno. Esperemos que el proyecto madure y vaya mejorando y no se llene de polvo, olvido y desdén.

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